Fue en un momento indeterminado cuando, según san Lucas, uno de los discípulos, en un arranque de amor, dijo al Señor: Enséñanos a orar (Lc 11,1). El Maestro, que estaba deseando hacerlo, comenzó a desgranar las invocaciones del Padrenuestro.
A diferencia de Lucas, san Mateo pone la decisión de enseñar esta hermosa oración que ha sido reconocida como un compendio de todo el Evangelio- directamente en labios de Jesús (cf. Mt 6,9).
En fin, diversidad de matices, diversidad de tomas de posición al narrar los hechos evangélicos, pero que confluyen en la misma conclusión: Es Jesucristo el Maestro de la oración, ¡su misma vida fue toda ella oración!... Es Él quien nos enseña, pues, a orar como es debido. Y así eleva su alma al Padre celestial. Cosa que hace movido por el Espíritu Santo, pues si enseña a orar es por amor, ¡para que amemos!...