Partiendo del convencimiento de que la salvación de la humanidad obrada por Jesucristo es un hecho irreversible, Juan Pablo II se dedicó a anunciar y a extraer del mensaje de Jesucristo la luz y la solución de los problemas del hombre. Su «no tengáis miedo» estaba cimentado en el que era su versículo evangélico preferido: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». En los umbrales del tercer milenio no queda más que una alternativa: la progresiva instauración de la cultura del amor. El hombre no puede vivir sin amor. Por amor y para amar ha sido creado por Dios. Tiene todo lo necesario para realizar y explayar su persona en la experiencia de un amor que le dará plenitud.
Como comenta el Cardenal Cañizares en el prólogo, «Juan Pablo II fue un Papa abierto al futuro, un hombre lleno de esperanza que alentó y sigue alentando la esperanza de este mundo. Un mundo que, al comenzar el nuevo milenio y en las postrimerías del anterior, se encuentra temeroso de sí, temeroso de lo que sea capaz de hacer, temeroso ante el futuro». La fe de Juan Pablo II constituye uno de los mensajes de esperanza más profundos y elocuentes para la Humanidad en el comienzo del milenio.