Francisco de Asís es el hombre reconciliado y reconciliador. El hombre que sale a los senderos de la existencia para acoger, de forma especialmente entrañable a los últimos, a los no amados, a los desfavorecidos..., simbolizando esa acogida total en el beso al hermano con lepra, que supuso para el propio Francisco su conversión absoluta, su cambio total. Para él, la fraternidad y la misericordia son dos palabras correlativas. La fraternidad nace de sabernos hijos de Dios; por tanto, cualquier ser humano es, ante todo, un hermano a quien amar. Por eso la misericordia abraza el corazón del franciscanismo siendo así una de sus razones de ser:
Estar en el mundo para proclamar, antes con la vida misma que con las palabras, el Amor de Dios a toda criatura, un amor que es, debido a nuestra fragilidad, pura misericordia que cura heridas del alma, y nos fortalece para seguir adelante pese a nuestra fragilidad.