La Reforma de la Iglesia no puede hacerse solo de puertas para adentro. Tiene que traducirse en una nueva relación con la sociedad y en una nueva actitud ante la política y la economía, sobre todo ante el modelo social y económico actual, el neoliberalismo, con el que la Iglesia ha sido demasiado complaciente y a veces legitimador. El papa Francisco lo califica de injusto en su raíz y en sus consecuencias ya que fomenta una economía de exclusión, una globalización de la indiferencia, una nueva idolatría del dinero, un medio ambiente indefenso ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta y una incapacidad para compadecernos ante los clamores de los otros