El ser una persona extrovertida, abierta, lanzada... es siempre "guay". O al menos es lo que nos han hecho creer. Es lo que nos gustaría a padres y madres, ¿no? Pero ¡ay!, ¿qué pasa cuando eso no sucede? Le hablan y no contesta, le cuesta jugar en el parque, se piensa las cosas un buen rato antes de lanzarse... Y la suelen etiquetar de cortada, tímida o, lo que es peor, mal educada. Con este cuento abrazamos y celebramos la timidez como forma de estar en el mundo. Solo tenemos que empatizar y ser el adulto que necesitamos cuando fuimos niños o niñas. Un cuento sensible que pone en valor a las personas tímidas. Una oda a la timidez.
